Todos los años cuando termina la temporada (finales
de septiembre u octubre) me planteo la misma cuestión: descanso total o no.
Mi propia experiencia de años anteriores me dice que
no es buena opción parar del todo y os diré por qué.
Según van pasando los años, cada vez es más difícil
empezar a entrenar cuando se ha estado un largo período de tiempo parado. El
cuerpo crea sus hábitos y cuando no le das aquello a lo que está acostumbrado
lo echa en falta. La dependencia del deporte es tanto física como psicológica y
la falta de actividad afecta tanto a nuestro estado de forma como a nuestro
estado de ánimo.
No digo que haya que seguir entrenando como si no
hubiera una época de descanso. Debe haber una época de descanso sí, pero DESCANSO
ACTIVO. Ir a la piscina a nadar con el único objetivo de hacer unos largos,
salir en bicicleta a rodar sin agobios y hacer una carrera a pie tranquila sin
mirar los ritmos ni las pulsaciones.
En definitiva, disfrutar de hacer deporte sin más,
permitiendo que el cuerpo se regenere después de los esfuerzos hechos durante
la temporada, pero sin llegar al desentrenamiento total. Disfrutar del placer
de hacer deporte porque sí, porque me gusta y llevo toda la vida haciéndolo. Volver
a practicar algún otro deporte que me gusta y que durante la temporada es
incompatible con el triatlón (en mi caso jugar al squash o echar una pachanguita
de padel con los amigos).
Esta actividad continuada me permite encontrarme
bien y hace que pasados unos días vuelva ya a tener ganas de castigarme haciendo
series y sufriendo, única manera de mejorar los resultados personales y si
miramos dentro de nosotros, algo que en
el fondo nos encanta hacer.
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